El de la mula torda

El de la mula torda
Súbete al carro pinchando en él para comenzar el camino.
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viernes, 10 de abril de 2015

El Cid Campeador ganó Madrid.

Otra pequeña calle para otro conquistador de Madrid, el Cid Campeador. Pedro de Repide, acerca de esta calle nos dice: "Es una calle corta y sombría, que fue abierta en 1862 y se halla ocupada en gran parte por las accesorias de los palacios de Manzanedo y de Fuenclara. No tiene más recuerdo que el de haber estado instalada en ella la Imprenta Nacional, ya suprimida."
El origen de la historia del Cid en Madrid s e la debemos a D. Nicolás Fernández Moratín,famoso escritor, poeta y dramaturg, que vivió en Madrid, entre 1737 y 1780, fue uno de los primeros en afirmar que la reconquista de Madrid en el siglo XI fue realizada por el Cid Campeador. Tan convencido estaba de ello, que escribió "Fiesta de toros en Madrid", para explicar por qué el Cid vino a recatar de la servidumbre musulmana de la Villa.
Y comienza la leyenda que presentó Moratín en forma de quintillas.

 Madrid, castillo famoso
que al rey moro alivia el miedo,
arde en fiestas en su coso,
por ser el natal dichoso
de Alimenón de Toledo.

Su bravo alcaide Aliatar,
de la hermosa Zaida amante,
las ordena celebrar,
por si la puede ablandar
el corazón de diamante.

además de la hermosa Zaida, eran muchas las moras distinguidas que aquel día, con aljubas de  vistosos colores, seguían con sus ojos llenos de misterio el devenir de la fiesta.


Vinieron las moras bellas
de toda la cercanía,
y de lejos muchas de ellas,
las más apuestas doncellas
que España entonces tenía.

Aja de Getafe vino
y Zahara la de Alcorcón,
en cuyo obsequio muy fino
corrió de un vuelo el camino
el moraicel de Alcabón.

Los árabes más principales lucían sus mejores galas y alardeaban de bravura en el arte de alancear. Todos querían ser los ganadores. tres toros había matado Aliatar cuando...
 
Salió un toro del toril
y a Tarfe tiró por tierra,
y luego a Benalguacil,
después con Hamete cierra,
el temerón de Conil.

Traía un ancho listón
con uno y otro matiz
hecho un lazo por airón,
sobre la inhiesta cerviz
clavado con un arpón.

Era aquel un toro de una ferocidad arrolladora, era tal su bravura, que ninguno de los presentes, ni moros, ni mozárabes, podían hacerse con él. Aquel que lo pretendía rodaba por el suelo, dándose de bruces con el polvo que manchaba sus ricas vestimentas. La alegría del coso se había trasformado en un silencio expectante y temeroso. aquella fiera estaba humillando a todos...
Ninguno al riesgo se entrega
y está en medio el toro fijo,
cuando un portero que llega
de la Puerta de la Vega
hincó la rodilla y dijo:

«Sobre un caballo alazano,
cubierto de galas y oro,
demanda licencia urbano
para alancear a un toro
un caballero cristiano».

No puede Aliatar negar entrada a nadie en un día como éste y aunque mucho le pesa, da permiso al forastero para que entre en la plaza. Lo hace el caballero sobre un corcel de bella planta. Saluda y con valentía y arrojo se planta delante del toro, lo alancea y le da muerte. El bravo animal cae como fulminado por un rayo. el coso es un grito unánime de fervor hacia el cristiano castellano, que sigue cubriendo su rostro con la celada.


La mora se puso en pie
y sus doncellas detrás;
el alcaide que lo ve,
enfurecido además
muestra cuán celoso esté.

Suena un rumor placentero
entre el vulgo de Madrid:
«No habrá mejor caballero»,
dicen, «en el mundo entero»,
y algunos le llaman Cid.

Mientras que el Cid, que está alanceado toros, tiene un pique de amor propio con Aliatar, por la galantería que ha tenido el primero por brindar la muerte del toro a Zaida, amada del segundo, estalla en los tendidos la cólera de unos y el aplauso de otros. El Cid que había entrado solo en la villa, recela que van a atacarle todos, y se dispone a morir matando. pero su hueste que estaba cerca de Madrid, acude a socorrele.
 
Ya fiero bando con gritos
su muerte o prisión pedía,
cuando se oyó en los distritos
del monte de Leganitos
del Cid la trompetería.

Cesa el alboroto y el alcaide, con diplomacia, sale a acompañar al Cid hasta la puerta de la muralla
 
El alcaide, recelando
que en Madrid tenga partido,
se templó disimulando,
y por el parque florido
salió con él razonando.
Pero el Cid ya ha visto lo suficiente, conoce el camino y ha visto con sus ojos las defensas de Magerit. Ha calculado la altura de sus muros, la anchura y profundidad de la cava, y ya sabe por dónde hay que atacar para derrotar a los moros. Se despide y comienza a bajar, al paso de su caballo por la cuesta de la Vega.
 
 Y es fama que a la bajada
juró por la cruz el Cid
de su vencedora espada,
de no quitar la celada
hasta que gane a Madrid.

La princesa Zaida quiso guardar un recuerdo de aquel día y mandó cortar y disecar la cabeza del bravo animal. Se decía que cada vez que ella suspiraba de amor por el desconocido caballero, el astado mugían con fuerza. La cabeza fue conservada y exhibida durante mucho tiempo en un callejón cercano al Alamillo, que desde entonces recibe el nombre de la calle del Toro.
Poco después en 1083, el rey Alfonso VI decide iniciar la reconquista de Toledo. Parte de Salamanca y conquista Ciudad Rodrigo. Lo deja guarnecido y regresa a la Corte. Un año más tarde, desde Ciudad Rodrigo derrota a los moros en Mérida, marcha hacia Navalmoral y Talavera, tomándolas. Pasados tres años toma Maqueda y Torrijos y se dirige a la conquista de Toledo.
Paralelamente a esta progresión de Alfonso VI, y de acuerdo con ella, el Cid sale de Burgos, dirigiéndose hacia el sur, para coincidir con Alfonso VI en el mismo objetivo. En estos momentos, el Cid, ocupa el cargo de Alferez del rey, cargo que hoy significaría, poco más o menos que general al mando de las tropas de vanguardia. le acompaña Alvar Fañezde Minaya, gran estratega. Como jefe segundo de la caballería a su sobrino Pero Bermudo.
Las tropas del Cid recorren los caminos que años antes habían pateado en razzias y algaradas, riberas del Henares, Azuqueca, Alcalá, y, si leemos la Crónica de los cinco Reyes, de Sandoval, y De rebus Hispaniae, podemos seguir con todo el detalle el avance de las tropas que llegan inevitablemente hacia Madrid.
Llegamos ahora a un punto importante y controvertido. La fecha en que el Cid toma Madrid para Alfonso VI.
Algunos historiadores han querido vincular la toma de Madrid a la de Toledo en una misma campaña, y dado que toledo se rindió el 25 de mayo de 1085, sitúan alrededor de la misma la toma de Madrid.
Sin embargo, parce ser que que Madrid se toma en la campaña de 1083 según el hispanista Peter Baumgartem.
Creo que el Cid debió de ocupar Madrid a finales de la campaña de 1083, para que , echándose el invierno encima pronto, los musulmanes no pudieran mover tropas para intentar recuperar la plaza perdida y esto debió de ocurrir en octubre del 1083.
Al año siguiente, el Cid lo empleó en ampliar el territorio y consolidar las defensas de Guadalajara, Alcalá Madrid y pueblos del sur de Ávila, hasta Arenas de San Pedro. Repobló estos lugares con gentes procedentes de Burgos, Rioja, Santander y Asturias con el objeto de disponer de una sólida marca fronteriza.
En el mapa podemos comprobar la importancia capital de Madrid en esta etapa, y como se va conformando como la cabecera de un amplio arco fronterizo, cuartel general frente a Toledo. El Cid favorece la creación de templos y seguramente la iglesia de la Almudena fue el primer templo parroquial de Madrid reconquistado.
Lo que viene después ya no es historia de Madrid. Las tropas castellanas entran en Toledo en 1085, un ejercito por el norte mandado por el Cid, y otro por el oeste mandado por Alfonso VI. El Cid queda como gobernador al marchar Alfonso VI a León, y después de algún tiempo, en la campaña siguiente el Cid regresa a Madrid. desde aquí inicia los preparativos para la conquista de Valencia. Probablemente cuando el Cid abandonó Madrid, la plaza más importante que había conquistado hasta entonces, y la que había organizado y recristianizado, debió de sentir una nostalgia casi tan grande como cuando salió de Vivar para el destierro
de los sos ojos tan fuertemientre llorando.






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